El don del tiempo

1/1/09

Finaliza un año y comienza otro nuevo. Aunque la contabilización del tiempo sea invención humana cargada de vanidad, no deja de ser este hecho bastante propicio para darnos cuenta que esta vida es finita; tiene un principio y tendrá un fin. Debemos caer en la cuenta que el tiempo es un don hermosísimo que Dios nos da, don que se nos ofrece para hallar la voluntad del Padre y cumplirla, para descubrir a qué hemos sido llamados, para ser cooperadores y cocreadores, para sentirnos realmente hijos de Dios y vivir como tales, para explotar nuestros talentos y ejercitarnos en la virtud, especialmente en la caridad, en definitiva, don que se nos ofrece para ser felices y llegar un día a la Felicidad plena en Dios donde no existirá ni el tiempo ni el espacio. Administrar nuestra vida terrena de la forma más óptima es una exigencia de nuestra fe. No seamos vividos por la vida, al contrario, vivamos nosotros la vida. Que nuestros días estén cargados de frutos espirituales y temporales o, al menos, de la intención de producirlos.
Que el Señor nos permita descubrir este don, nos de la gracia de vivir en Gracia y cada nuevo amanecer sea para todos ocasión de conversión.

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