La Santísima Trinidad es el misterio más profundo de nuestra religión porque es el misterio de Dios mismo. Si el ser humano, en cierto sentido, es insondable ¿cómo no lo va a ser Dios? . Por ello, son acertadísimas las palabras de San Bernardo cuando dice “Querer penetrar este misterio es atrevimiento; creer en él es hacer acto de piedad; conocerlo será vida eterna.”
Busquemos siempre conocer al Altísimo que nos ha creado, que nos ha redimido, que nos ha santificado. Nuestro destino es ser felices en Él, por Él y para Él. Dejémonos encontrar por Él, Dios eterno y verdadero, uno y trino.
Pidamos siempre al Padre, que por medio del Hijo, nos otorgue el Don que procede de ambos; el Espíritu Santo y Él nos los enseñará todo.
Demos gloria siempre con todo nuestro ser a la Santísima Trinidad.
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