Síntesis de la Fe

27/1/09

«Es necesario tener presente que, desde los primeros tiempos del cristianismo, aparece un «núcleo» permanente e irrenunciable de la catequesis, es decir, de la formación en la fe. Es el núcleo que utiliza tanto el catecismo de Lutero como el catecismo romano de Trento. En una palabra: toda la exposición sobre la fe se halla organizada en torno a cuatro elementos fundamentales: el Credo, el Padrenuestro, los Diez Mandamientos, los Sacramentos. Esta es la base de la vida del cristiano, la síntesis del Magisterio de la Iglesia, fundado en la Escritura y en la Tradición. El cristiano encuentra aquí lo que debe creer (el Símbolo o Credo), esperar (el Padrenuestro), hacer (el Decálogo) y el espacio vital en que todo esto debe cumplirse (los Sacramentos). Esta estructura fundamental ha sido abandonada en demasiadas catequesis actuales, con el resultado que comprobamos: la disgregación del sensus fidei en las nuevas generaciones, a menudo incapaces de una visión de conjunto de su religión».
Del libro "Informe de la Fe" del entonces cardenal Ratzinger

El Desprendimiento

26/1/09

Nuestro corazón tiene que estar prendido solamente en Dios, Él debe ser nuestro cimiento. El primero de los mandamientos del Decálogo nos dice "Amarás a Dios sobre todas las cosas", implícitamente se nos está exigiendo ser desprendido. Cumplir esta exigencia no es algo sencillo pues el corazón humano tiende a aferrarse a seguridades, a personas, a mil preocupaciones. Si uno va a realizar una peregrinación larga lleva en su mochila lo imprescindible porque de lo contrario todo lo demás le supondrá un peso añadido que dificultará su progreso. La vida es esa peregrinación. No se trata de ser eremitas y de renunciar a tener familia, amigos, aficiones, se trata de vivir sin apego a nada ni a nadie. Paradógicamente quien consigue ese estado de desprendimiento aprende a contextualizar todo correctamente, aprende a amar porque ama desde Dios y hasta en un sentido puramente humano se halla feliz y en paz pues ninguna contrariedad del mundo lo podrá abatir ya que no está apegado a nada del mundo.

Confiemos en Dios y pidamos la gracia de ser desprendidos.

Tropiezo espiritual

13/1/09

Si le hubieran preguntado a Jesucristo cuál es el peor de los pecados quizás hubiese respondido que el peor pecado es la soberbia y todas sus hijas; arrogancia, orgullo, vanidad, etc. Ciertamente, fue la soberbia la que llevó al ángel Luzbel a ser expulsado del Cielo y a convertirse en el Príncipe de las Tinieblas y por la soberbia desobedecieron nuestros primeros padres la voluntad de Dios. En nuestra evolución espiritual debemos tener muchísimo cuidado con este pecado por su sutileza y porque muchas veces se reviste de cínica humildad. Son muchos los que por llevar una vida "políticamente correcta", cumplir con los preceptos y no hacer daño al prójimo, caen con frecuencia en la tentación de creerse santos. Éste es el gran engaño diabólico; creerse santo, creerse mejor que los demás o sin necesidad de conversión. En este pecado sucumben principalmente sacerdotes, religiosos y personas piadosas. Más de una vez hacemos juicios, aunque no los verbalicemos, sobre otras personas que se pueden resumir en considerar a los otros, por su conducta o modo de vida, inferiores a nosotros. Caer en este engaño es tropezar espiritualmente y es como si de alguna forma nos impermeabilizácemos a la acción de la gracia. Contrariamente, reconocer nuestra pequeñez, nuestra condición pecadora, nos predispone a ser auxiliados por la misericordia divina, dice la Escritura "el que se humilla será enzalzado". En la historia de la Iglesia encontramos grandes santos que fueron grandes pecadores. San Agustín de Hipona, por ejemplo, llevó una vida desordenada, abrazó distintas corrientes heréticas, vivió en adulterio y llegó a tener un hijo natural, sin embargo, por su humildad y por su búsqueda constante de la Verdad fue auxiliado y hoy es uno de los grandes santos de toda la historia.
Nunca nos consideremos superior a nadie por muy miserable que aparentemente sea el otro, seamos humildes, como decía San Francisco de Asís, humildes como la hermana agua que siempre va por los lugares más bajos y allá por donde pasa engendra vida.

Dios manifestado

6/1/09


Celebra hoy la Iglesia la fiesta de la Epifanía del Señor, popularmente conocida como fiesta de los Reyes Magos. En Oriente llamaban magos a ciertos sabios que se dedicaban a estudiar los astros y a profundizar en las ciencias religiosas, se les consideraba personas de gran santidad y sabiduría, que empleaban su vida en la búsqueda de la verdad. Nos cuenta el Evangelio de San Mateo que aquellos hombres al llegar a Jerusalén preguntaron «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y , venimos a adorarlo. » y más adelante continua "Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron" . Se deduce de estos pasajes que aquellos sabios tenían un deseo profundo de encontrar a Dios y Él no los defraudó en su búsqueda , al contrario, se manifestó. Ésta es la clave de este día; Dios se manifiesta a la humanidad, se hace accesible, tangible, cercano. Junto a este aspecto central, no debe pasarnos desapercibido la actitud de aquellos hombres al buscar y encontrar a Cristo; "venimos a adorarlo" "y cayendo de rodillas lo adoraron". Adorar es la respuesta del que reconoce a Dios. Es el culto de latría que se le da sólo al Altísimo y se exterioriza con la postración, con abajamiento. Hoy, como hace dos milenios, Cristo se manifiesta, pero son muy pocos los que lo descubren. Aquellos magos reconocieron la divinidad escondida en la humanidad de Jesús niño. Nosotros podemos descubrir también la divinidad y la humanidad de Cristo ocultos bajo el Pan consagrado. Él es siempre el mismo; Es Dios. Pongámonos en camino, no nos faltará "su estrella", busquemos y adoremos.

El don del tiempo

1/1/09

Finaliza un año y comienza otro nuevo. Aunque la contabilización del tiempo sea invención humana cargada de vanidad, no deja de ser este hecho bastante propicio para darnos cuenta que esta vida es finita; tiene un principio y tendrá un fin. Debemos caer en la cuenta que el tiempo es un don hermosísimo que Dios nos da, don que se nos ofrece para hallar la voluntad del Padre y cumplirla, para descubrir a qué hemos sido llamados, para ser cooperadores y cocreadores, para sentirnos realmente hijos de Dios y vivir como tales, para explotar nuestros talentos y ejercitarnos en la virtud, especialmente en la caridad, en definitiva, don que se nos ofrece para ser felices y llegar un día a la Felicidad plena en Dios donde no existirá ni el tiempo ni el espacio. Administrar nuestra vida terrena de la forma más óptima es una exigencia de nuestra fe. No seamos vividos por la vida, al contrario, vivamos nosotros la vida. Que nuestros días estén cargados de frutos espirituales y temporales o, al menos, de la intención de producirlos.
Que el Señor nos permita descubrir este don, nos de la gracia de vivir en Gracia y cada nuevo amanecer sea para todos ocasión de conversión.