La Providencia

17/8/08

Visitando el blog Laetare Jerusalem he conocido el origen etimológico de la palabra Providencia. La verdad es que nunca había reflexionado sobre su origen y ese desconocimiento me impedía entender la riqueza de esta palabra.
La palabra Providencia procede de los términos latinos pro videntia que literalmente se traduce como "mirar por". Por lo tanto, la Providencia Divina no es otra cosa sino el hecho de ser mirados por Dios, cuidados por Él, no sólo a nosotros si no a la creación entera, como los padres que observan siempre al hijo para evitar que se pierda, que se haga daño, para atender sus necesidades... para conducirnos, como nos recuerda el Catecismo de la Iglesia, hasta nuestro fin último.
Sabernos siempre en su Presencia, aún cuando estamos en pecado, debe llenarnos de gran alegría y de gran confianza.

Te Deum laudamus

13/8/08

Jesús compañero

9/8/08

Nuestra fe nos dice que Jesús está realmente presente en la Sagrada Eucaristía. En nuestro peregrinar por la vida Jesús se hace alimento y compañero de camino. Aunque nuestro corazón sea insensible muchas veces a esta realidad, aunque nuestros sentidos y nuestra razón duden, hagamos siempre un acto de fe, y reconozcamolo en la Santa Eucaristía. Visitemos con frecuencia a Jesús reservado en el Sagrario o expuesto en la Custodia para darnos cuenta que realmente es Él quien nos visita, quien nos alimenta, quien nos acompaña. Saber que Dios es compañero, que se ha hecho amigo, confidente, Cirineo nuestro, nos hace, no sólo más llevadero el camino sino asombrosamente gozoso.
"Venid a mi" nos dijo, vayamos a Él.

Triste evolución

8/8/08

Tengo 25 años de edad. La generación de mis abuelos y anteriores a ella rezaban en familia el Rosario u otras devociones, acudían a Misa todos los domingos y fiestas de guardar, frecuentaban los sacramentos y vivían rodeados de un ambiente piadoso, por ejemplo, en todas las casas habían varias imágenes o cuadros religiosos. Las generaciones siguientes abandonaron la buena costumbre de rezar en familia y de mantener en los hogares la tenencia de imágenes religiosas, por el contrario, seguían acudiendo a Misa todos los domingos y fiestas de guardar, casándose por la Iglesia y bautizando a sus hijos. Las generaciones siguientes no sólo no rezaban en familia, ni tenía en sus casas imágenes piadosas si no que además abandonaron el cumplimiento de Santificar la Fiesta y dejaron, por lo tanto, de acudir a Misa todos los domingos, abandonaron también la Confesión frecuente, reduciendo su asistencia a la Iglesia a las fiestas Pascuales u ocasiones puntuales. Además, ya en esas generaciones muchos católicos decidían casarse tan sólo civilmente, pero seguían confesándose católicos y bautizando a sus hijos. Mi generación y la que me sigue no reza en familia, no hay nada religioso en sus hogares, no va ni tan siquiera por las fiestas Pascuales a la Iglesia, no se casa ni tan siquiera civilmente y ya empiezan haber muchos que ni bautizan a sus hijos, ni se declaran católicos. Toda esta descripción es evidentemente a grandes rasgos, existen, gracias a Dios, excepciones.
Si uno reflexiona sobre esta evolución que se ha dado en cuestión de menos de un siglo, comprobará que la descritianización de la sociedad es algo patente que va en aumento. A mí se me ocurre que una forma de volver a cristianizar el ambiente que nos rodea es deshaciendo esa evolución hacia el paganismo. Por ejemplo, recuperando la oración en familia, aunque sólo sea el rezo del Padrenuestro; volver a colocar en nuestros hogares imágenes piadosas, no debiera faltar en ningún hogar cristiano una imagen de Jesús en la cruz y de la Virgen; frecuentar la sacramentos, es decir, la Misa dominical y la Confesión frecuente y así con todo lo demás.

A todos nos afecta aquel mandato del Señor "Id al mundo entero y predicar el Evangelio".

El Sacerdote y la Misa

7/8/08


Tras el último Concilio de la Iglesia muchos sacerdotes han modificado la correcta celebración de la Eucaristía añadiendo o suprimiendo según sus criterios personales. En muchos lugares impera una especie de "anarquía" litúrgica donde cada cual hace o deshace a su antojo. El siguiente texto es un fragmento de un artículo publicado recientemente en el L'Osservatore Romano que aborda muy bien este asunto.
"El Sacerdote es ministro, no dueño, es administrador de los misterios: los sirve y no los usa para proyectar sus propias ideas teológicas o políticas y su propia imagen, al punto que los fieles queden enfocados en él en lugar de mirar a Cristo, que está significado en el Altar, y presente sobre el Altar, y elevado en la Cruz.
Como el Santo Padre advirtió recientemente, la cultura de la imagen en el sentido del mundo, marca y condiciona también a los fieles y a los pastores. La televisión italiana, como comentario a este discurso, mostró una concelebración en la que algunos sacerdotes hablaban por teléfonos celulares.
Del modo de celebrar la Misa se pueden deducir muchas cosas: la sede del celebrante, en muchos lugares, ha descentrado a la cruz y al tabernáculo ocupando el centro de la iglesia, a veces superando en importancia al altar, terminando por parecerse a una cátedra episcopal que en las iglesias orientales está fuera del iconostasio, claramente visible hacia un lado. Esto era así también para nosotros, antes de la reforma litúrgica.
El ars celebrandi consiste en servir al Señor con amor y temor: esto es lo que se expresa con los besos al altar y a los libros litúrgicos, inclinaciones y genuflexiones, señales de la Cruz e incensaciones de la gente y de los objetos, gestos de ofrenda y de súplica, y la ostensión del Evangeliario y de la Santa Eucaristía.
Ahora, tal servicio y estilo del sacerdote celebrante, o como gustan decir, del presidente de la asamblea –término que lleva a malentender la liturgia como un acto democrático – puede verse en su preparación en la sacristía, en silencio y recogimiento para la gran acción que está por realizar; en su camino hacia el altar que debe ser humilde, no ostentoso, sin mirar a derecha y a izquierda, casi buscando el aplauso. De hecho, el primer acto es la inclinación o genuflexión delante de la cruz o el tabernáculo, en síntesis delante de la Presencia divina, seguido del beso reverente al altar y eventualmente la incensación. El segundo acto es la señal de la cruz y el sobrio saludo a los fieles. El tercero es el acto penitencial, que debe realizarse profundamente y con los ojos bajos, mientras que los fieles podrían arrodillarse como en el antiguo rito - ¿por qué no? – imitando al publicano que agradó al Señor. Las lecturas serán proclamadas como Palabra no nuestra y, por tanto, con tono claro y humilde. Así como el sacerdote, inclinado, pide que sean purificados sus labios y su corazón para anunciar dignamente el Evangelio, ¿por qué no podrían hacerlo los lectores, si no visiblemente como en el rito ambrosiano, al menos en su corazón? No se levantará la voz como en una plaza y se mantendrá un tono claro para la homilía, pero sumiso y suplicante para las oraciones, solemne si se cantan. El sacerdote se preparará inclinado para celebrar la anáfora con “espíritu humilde y corazón contrito”.

(Extraído del blog "la buhardilla de jerónimo")

Jesús de Teresa

Se cuenta que Santa Teresa de Jesús, yendo un día por las escaleras del Monasterio de la Encarnación en Avila, España, se tropezó con un hermoso Niño. Sorprendida por ver un niño dentro de la clausura monacal, se dirigió a él preguntándole:- ¿Y tú quién eres?. El niño le replicó a su vez con otra pregunta: -¿Y quién eres tú?. La madre respondió: -Yo, Teresa de Jesús. Y el niño sonriente le repuso: -Pues yo soy, Jesús de Teresa.

Nuestra relación con el Señor tendría que ser tan íntima, tan asidua, tan verdadera, que se pudiera hacer realidad en nosotros ese diálogo entre Santa Teresa y Jesús, es decir, ser cada uno de Jesús y viceversa.

Sobre la sexualidad

2/8/08


Quizás uno de las cuestiones que más controversia despierta entre la mayoría de la sociedad actual y la Iglesia sean las referentes a la sexualidad. El paso del tiempo está, poco a poco, dando la razón al magisterio de la Iglesia; la deshumanización y la falta de trascendencia del acto de amor más íntimo y hermoso entre dos personas sólo puede ocasionar perjuicios. El egoísmo hedonista nos ha llevado a una sexualidad donde priman el placer físico y la anticoncepción. La palabras del Premio Nóbel de biología Jérôme Lejeune aciertan al describir así esta situación “La anticoncepción es hacer el amor sin hacer el niño; la fecundación «in vitro» es hacer el niño sin hacer el amor; el aborto es deshacer el niño; y la pornografía es deshacer el amor. "

Ojalá la sociedad sepa darle a la sexualidad el lugar y contexto real que le corresponde sin convertirla en un asunto tabú como en el pasado ni banalizarla hasta la más repugnante vulgaridad como en el presente.