Fe y Liturgia

13/7/09




(…)
La Sagrada Liturgia es el corazón y el torrente sanguíneo de la Iglesia. Nuestro acercamiento a la misma, por tanto, es capaz de transmitir claramente las creencias de la fe católica, pero también es capaz de oscurecerlas o distorsionarlas, lo que tiene claramente un efecto adverso. Si los textos y las ceremonias aprobadas de la Liturgia se siguen con fidelidad, belleza y reverencia, los fieles serán llevados, más probablemente, al sentido y a la fe en la Presencia Real. En contraste con esto, si la Misa se propone como un concierto de culto y alabanza, como una conferencia o una reunión comunitaria, entonces es mucho más probable que los fieles no vayan a tener ningún sentido o comprensión de la Eucaristía.
Por supuesto que podemos leer y hablar sobre la Presencia Real, pero es especialmente mediante la experiencia del encuentro con Cristo en la Liturgia que el corazón es movido a la fe y al amor. No considerar a la Liturgia como una parte de la solución es ignorar tanto esta realidad como la enseñanza de la Iglesia que sostiene que la Liturgia es fuente y cumbre de la fe cristiana: “es el lugar privilegiado de la catequesis [de los fieles]”, dado que “la catequesis está intrínsecamente unida a toda la acción litúrgica y sacramental” (CATIC 1074).
(…)
Como el Santo Padre Benedicto XVI nos ha enseñado tan profundamente en Sacramentum Caritatis, “la mejor catequesis sobre la Eucaristía es la Eucaristía misma bien celebrada” (SC 64), y “es necesario que en todo lo que concierne a la Eucaristía haya gusto por la belleza. También hay que respetar y cuidar los ornamentos, la decoración, los vasos sagrados, para que, dispuestos de modo orgánico y ordenado entre sí, fomenten el asombro ante el misterio de Dios, manifiesten la unidad de la fe y refuercen la devoción” (SC 41).


Extraído del Blog La Buhardilla de Jerónimo

Confesión

12/7/09


Dicen que la confesión está en crisis. Que los católicos se han olvidado de la necesidad y de la conveniencia de acercarse al sacramento del perdón. Si hay crisis de la confesión se debe, muy probablemente, a un oscurecimiento de la fe y a un desconocimiento de la realidad de uno mismo.
La fe nos dice que la salvación que Dios nos regala llega a nosotros, de modo ordinario, a través de mediaciones humanas, sacramentales. Gracias a la mediación de la Iglesia escuchamos la Palabra de Dios, celebramos la Eucaristía y recibimos, también, el perdón.
El conocimiento propio pone de relieve nuestra limitación, nuestra insuficiencia, nuestra necesidad de una ayuda que venga desde fuera de nosotros mismos, y que sólo podemos acoger como don. No somos perfectos ni tampoco impecables. Nuestra vida se mueve en una continua contradicción entre lo que desearíamos hacer – o evitar – y entre lo que en realidad hacemos – o no evitamos - .
En su última encíclica, “Caritas in veritate”, Benedicto XVI llama la atención sobre un problema contemporáneo, que, de algún modo, nos afecta a todos: la incomprensión de lo que es la vida espiritual. Tendemos a reducir la vida interior a una cuestión neurológica o psicológica, cuando se trata de una realidad mucho más amplia: “El vacío en que el alma se siente abandonada, contando incluso con numerosas terapias para el cuerpo y para la psique, hace sufrir” (CV 76).
“El vacío en que el alma se siente abandonada”… Cristo, Médico de los cuerpos y de las almas, pensó seguramente en este vacío cuando asoció un efecto de gracia – el perdón – al signo sacramental de la penitencia. No hay otro lugar, en la acción pastoral de la Iglesia, que sea tan personal como la confesión. Allí se encuentra el alma con Dios, el penitente con el Dador de perdón, el que está cansado y agobiado con el Corazón de Aquel que es nuestro descanso.
Yo no sé si hay crisis o no. O si lo sé, no dispongo de estadísticas que avalen mi opinión. Pero si puedo dar fe del bien que la confesión hace a las personas y del bien que me hace a mí mismo confesarme. Dedico a este aspecto del ministerio una hora diaria. Y no me parece, en absoluto, un tiempo perdido.

Guillermo Juan Morado.

Extraído del blog La Puerta de Damasco

San Benito

11/7/09






Hoy es la fiesta del padre del monacato occidental, San Benito de Nursia. Comprobando el moribundo estado del cristianismo en la mayoría de países europeos debiéramos volver la mirada sobre San Benito y la orden religiosa que él fundó, los Benedictinos. Europa sin monasterios y catedrales sería otra cosa pero no sería Europa. La importancia religiosa y cultural de los monjes y monjas ha sido tan grande que, repito, sin ellos Europa no sería Europa.
San Benito de Nursia escribió una regla, la regla benedictina, para regular y organizar la vida de las comunidades de su Orden. Esta regla contiene una máxima que bien podríamos hacer nuestra, dice así , "No antepongáis nada al amor de Cristo". No anteponer nada a Cristo es también hacerlo todo por y para Cristo. Ese "nada" y ese "todo" debiera ser una constante en nuestra vida para mayor gloria de Dios. Ojalá la gentes de hoy tengan esa actitud de desprendimiento de un monje, esa actitud de búsqueda de la Verdad que nos hace libres, esa mirada limpia que en todos ha de ver a Cristo, ese deseo inmenso de encontrar, adorar y transmitir a Dios. La liturgia es el carisma particular de la Orden Benedictina, desde la clausura de sus monasterio la belleza del Culto es sublime, se cuida hasta el mínimo detalle para dar a Dios el culto más excelso, la oración más hermosa. Todo cristiano debiera participar alguna vez de la Misa en un monasterio benedictino, no quedará indeferente.


Orar por los sacerdotes

30/6/09






Comenzado ya el año sacerdotal que ha convocado el Santo Padre cabría preguntarnos qué podemos hacer cada uno de nosotros para contribuir en la fructificación de este tiempo de gracia. El sacerdocio ministerial es imprescindible para la supervivencia de la Iglesia, sin sacerdotes no hay Eucaristía. El sacerdote asume en su persona de una manera singular la persona de Cristo, no sólo cuando celebra el sacrificio de la Misa, sino en toda su vida que debe estar revestida siempre por la caridad. Esta caridad se exterioriza en intentar ser modélicos en el servicio, material y espiritual, a los fieles en comunión plena con los sucesores de los apóstoles; el Papa y el resto de obispos. Cada uno de nosotros podemos hacer muchísimo por la Iglesia y por los sacerdotes. La oración constante y sincera al Padre para que envíe obreros a su mies es muy necesaria. Debiéramos comprometernos durante este año a rezar específicamente por los sacerdotes, por la santidad de sus vidas y por las vocaciones. También tendríamos que apoyar iniciativas que enseñen a los más jóvenes a rezar. Es a través de la oración, de la relación con el Altísimo, como uno puede escuchar y discernir a qué se siente llamado.

Comprometámonos a rezar cada día, si pudiese ser ante Jesús en la Eucaristía, para que haya buenos y santos sacerdotes .

Año sacerdotal

19/6/09



La renovación de la Iglesia pasa por la reforma y renovación del clero. Todos los sacerdotes deben reconocer con humildad que siempre podrán ser mejores ministros de la Iglesia y deben poner todos los medios para que así sea. Es muy directa la relación entre la santidad de vida de un sacerdote que tiene encomendada la cura de almas y la santidad de vida de los fieles que atiende. Recemos para que este año sacerdotal, que hoy comienza, dé abundantes frutos, sobre todo, para que aumente la fe del sacerdote en la presencia real de Cristo en la Sagrada Eucaristía. Sacerdotes Eucarísticos; pueblo santo.

“[…] Me dirijo particularmente a vosotros, queridos sacerdotes, que Cristo ha elegido para que junto a Él podáis vivir vuestra vida como sacrificio de alabanza para la salvación del mundo. Sólo de la unión con Jesús podréis sacar aquella fecundidad espiritual que es generadora de esperanza en el ministerio pastoral. Recuerda san León Magno que “nuestra participación en el cuerpo y la sangre de Cristo no tiende a otra cosa que a convertirnos en lo que recibimos” (Sermo 12, De Passione 3,7, PL 54). Si esto es cierto para todo cristiano, lo es más aún para nosotros, los sacerdotes. ¡Convertirse en Eucaristía! Que éste sea precisamente nuestro constante deseo y compromiso a fin de que la ofrenda del cuerpo y de la sangre del Señor que hacemos sobre el altar, esté acompañada por el sacrificio de nuestra existencia. Cada día saquemos del Cuerpo y Sangre del Señor aquel amor libre y puro que nos hace dignos ministros de Cristo y testigos de su alegría. Esto es lo que los fieles esperan del sacerdote: el ejemplo de una auténtica devoción por la Eucaristía; les gusta verlo transcurrir largos momentos de silencio y de adoración frente a Jesús, como hacía el santo Cura de Ars, a quien recordaremos particularmente durante el casi inminente Año Sacerdotal.
San Juan María Vianney solía decir a sus feligreses: “Venid a la comunión… Es cierto que no sois dignos, pero la necesitáis” (Bernard Nodet, Le curé d’Ars. Sa pensée - Son coeur, éd. Xavier Mappus, Paris 1995, p. 119). Con la conciencia de ser indignos a causa de los pecados pero necesitados de nutrirnos del amor que el Señor nos ofrece en el sacramento eucarístico, renovemos esta tarde nuestra fe en la presencia de Cristo en la Eucaristía. ¡No hay que dar por descontada esta fe! Existe hoy el riesgo de una secularización creciente también dentro de la Iglesia, que puede traducirse en un culto eucarístico formal y vacío, en celebraciones privadas de aquella participación del corazón que se expresa en veneración y respeto por la liturgia. Es siempre fuerte la tentación de reducir la oración a momentos superficiales y apresurados, dejándonos abrumar por la actividad y las preocupaciones terrenas. […] ”

De la homilía del Santo Padre Benedicto XVI en la Solemnidad de Corpus Christi, 11 de junio de 2009


Es Él mismo

11/6/09


En la Sagrada Eucaristía está realmente Cristo, en cuerpo, en alma, en divinidad, todo su ser está presente en el pan y vino consagrados, transubstanciados. Es Él mismo. El mismo Dios que siempre ha existido en la segunda persona de la Trinidad Santísima, el mismo que hace más de veinte siglos se hizo carne en el vientre de María, el mismo que nos redimió en la Cruz, el mismo que resucitó de entre los muertos. Si tomásemos un poco de consciencia de esta realidad, qué fructíferas serían nuestras visitas al sagrario, nuestra participación en la Misa, qué sublime el momento de comulgar, qué acompañados y amados nos sentiríamos, qué gran Amigo habríamos encontrado, qué necesidad de buscarlo, tratarlo y adorarlo tendríamos. Decimos que creemos que es Él, pero nos falta fe, convencimiento, certidumbre. Pidamos a Cristo sacramentado que aumente nuestra fe en su presencia real en la Sagrada Hostia y que aumente nuestra piedad eucarística.

El Sagrado Corazón

9/6/09

¡ Oh Trinidad bellísima !

7/6/09

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo

La Santísima Trinidad es el misterio más profundo de nuestra religión porque es el misterio de Dios mismo. Si el ser humano, en cierto sentido, es insondable ¿cómo no lo va a ser Dios? . Por ello, son acertadísimas las palabras de San Bernardo cuando dice “Querer penetrar este misterio es atrevimiento; creer en él es hacer acto de piedad; conocerlo será vida eterna.”

Busquemos siempre conocer al Altísimo que nos ha creado, que nos ha redimido, que nos ha santificado. Nuestro destino es ser felices en Él, por Él y para Él. Dejémonos encontrar por Él, Dios eterno y verdadero, uno y trino.
Pidamos siempre al Padre, que por medio del Hijo, nos otorgue el Don que procede de ambos; el Espíritu Santo y Él nos los enseñará todo.

Demos gloria siempre con todo nuestro ser a la Santísima Trinidad.

Desear el Espíritu Santo

24/5/09


En esta semana previa a la fiesta de Pentecostés os animo a todos a meditar sobre el Espíritu Santo cada día hasta el domingo para ello leed este fragmento de los sermones de San Juan de Ávila sobre la tercera persona de la Trinidad Santísima.


No vendrá el Espíritu Santo a ti si no tienes hambre de Él, si no tienes deseo de Él. Y los deseos que tienes de Dios, aposentadores son de Dios, y señal es que si tienes deseos de Dios, que presto vendrá a ti. No te canses de desearlo, que, aunque te parezca que lo esperas y no viene y aunque te parezca que lo llamas y no te responde, persevera siempre en el deseo y no te faltará.
Hermano, ten confianza en Él. Porque debes, hermano mío, asentar en tu corazón que, si estás desconsolado y llamas al Espíritu Santo y no viene, es porque aún no tienes el deseo que conviene para recibir tal Huésped. Y si no viene, no es porque no quiere venir, no es porque lo tiene olvidado, sino para que perseveres en el deseo, y perseverando hacerte capaz de Él, ensancharte ese corazón, hacer que crezca la confianza, que de Su parte te certifico que nadie lo llama que se salga vacío de Su consolación.
¡Y cómo dice esto el real profeta David! El deseo de los pobres no lo menospreció Dios, oyólo el Señor (Sal 21,25) ¿Quién es pobre? Pobre es aquél que desconfía de sí mismo y confía sólo en Dios; pobre es aquel que desconfía de su parecer propio y fuerzas, de su hacienda, de su saber, de su poder; aquel es pobre que conoce su bajeza, su gran poquedad; que conoce ser un gusano, una podredumbre, y pone juntamente con esto su arrimo en sólo Dios y confía que es tanta Su Misericordia, que no le dejará vacío de Su consolación. Los deseos de estos tales oye Dios.
***
San Juan de Ávila, “Sermones del Espíritu Santo”

Ascensión

23/5/09


Celebramos este domingo la fiesta litúrgica de la Ascensión de nuestro Señor Jesucristo. Para aproximarnos a este gran acontecimiento y poder entenderlo, es conveniente considerar la encarnación de Dios, es decir, su descendimiento, su abajamiento al encuentro del hombre. Aunque como misterio que es nunca lo llegaremos a comprender plenamente, la ascensión no se debe enfocar en un sentido espacial, físico, no es que el Señor baje de un lugar superior y ahora vuelva a ese lugar. Significa que el Hijo de Dios encarnándose en el vientre de María, se ha hecho como nosotros, se ha empequeñecido, ha "descendido", clumplida su misión de redimir y salvar al género humano, una vez resucitado, "asciende", es decir, vuelve glorificado al seno de la Santísima Trinidad, vuelve al Cielo. Ahora media por nosotros enviándonos ese amor que procede de Dios Padre y de Dios Hijo y que es también Dios mismo; el Espíritu Santo. Este gran misterio de la Ascensión puede y debiera tener una segunda lectura aplicada a nuestra existencia concreta, también nosotros, en cierto sentido, tenemos que "ascender", es decir, trascender, ir más allá de la pura materialidad y temporalidad de esta vida. Tenemos que poner nuestra mirada, nuestro pensamiento, nuestro esfuerzo, en definitiva, poner nuestra meta en el Cielo. Todos estamos llamados a vivir con actitud de ascesis, con actitud de progreso espiritual, de ir recuperando la imagen de Dios en nosotros desfigurada por el pecado"...a imagen de Dios los creó...". Cristo es y nos has enseñado el camino, la Iglesia nos presenta los medios, a través de la oración y los sacramentos, para que también un día gocemos de la contemplación feliz de Cristo en el Cielo.

Sobre la oración

20/5/09

Consideradlo, hijos míos:
El tesoro del hombre cristiano no está en la tierra, sino en el cielo. Por esto, nuestro pensamiento debe estar siempre orientado hacia allí donde está nuestro tesoro.
El hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar. Si oráis y amáis, habréis hallado la felicidad en este mundo.
La oración no es otra cosa que la unión con Dios. Todo aquel que tiene el corazón puro y unido a Dios experimenta en sí mismo como una suavidad y dulzura que lo embriaga, se siente como rodeado de una luz admirable. En esta íntima unión, Dios y el alma son como dos trozos de cera fundidos en uno solo, que ya nadie puede separar. Es algo muy hermoso esta unión de Dios con su pobre criatura; es una felicidad que supera nuestra comprensión.
Nosotros nos habíamos hecho indignos de orar, pero Dios, por su bondad, nos ha permitido hablar con él. Nuestra oración es el incienso que más le agrada.
Hijos míos, vuestro corazón es pequeño, pero la oración lo dilata y lo hace capaz de amar a Dios. La oración es una degustación anticipada del cielo, hace que una parte del paraíso baje hasta nosotros. Nunca nos deja sin dulzura; es como una miel que se derrama sobre el alma y lo endulza todo. En la oración hecha debidamente, se funden las penas como la nieve ante el sol.
Otro beneficio de la oración es que hace que el tiempo transcurra tan aprisa y con tanto deleite, que ni se percibe su duración. Mirad: cuando era párroco en Bresse, en cierta ocasión, en que casi todos mis colegas habían caído enfermos, tuve que hacer largas caminatas, durante las cuales oraba al buen Dios, y, creedme, que el tiempo se me hacía corto.
Hay personas que se sumergen totalmente en la oración, como los peces en el agua, porque están totalmente entregadas al buen Dios. Su corazón no está dividido. ¡Cuánto amo a estas almas generosas! San Francisco de Asís y santa Coleta veían a nuestro Señor y hablaban con él, del mismo modo que hablamos entre nosotros.
Nosotros, por el contrario, ¡cuántas veces venimos a la iglesia sin saber lo que hemos de hacer o pedir! Y, sin embargo, cuando vamos a casa de cualquier persona, sabemos muy bien para qué vamos. Hay algunos que incluso parece como si le dijeran al buen Dios: “Sólo dos palabras, para deshacerme de ti...” Muchas veces pienso que, cuando venimos a adorar al Señor, obtendríamos todo lo que le pedimos si se lo pidiéramos con una fe muy viva y un corazón muy puro.
(De las Catequesis del Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney, Sobre la Oración)

Desear contemplarlo

11/5/09

Ea, hombrecillo, deja un momento tus ocupaciones habituales; entra un instante en ti mismo, lejos del tumulto de tus pensamientos. Arroja fuera de ti las preocupaciones agobiantes; aparta de ti tus inquietudes trabajosas. Dedícate algún rato a Dios y descansa siquiera un momento en su presencia. Entra en el aposento de tu alma; excluye todo, excepto Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle; y así, cerradas todas las puertas, ve en pos de él. Di, pues, alma mía, di a Dios: “Busco tu rostro; Señor, anhelo ver tu rostro.”
Y ahora, Señor, mi Dios, enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte.Señor, si no estás aquí, ¿dónde te buscaré, estando ausente? Si estás por doquier, ¿cómo no descubro tu presencia? Cierto es que habitas en una claridad inaccesible. Pero ¿dónde se halla esa inaccesible claridad?, ¿cómo me acercaré a ella? ¿Quién me conducirá hasta ahí para verte en ella? Y luego, ¿con qué señales, bajo qué rasgo te buscaré? Nunca jamás te vi, Señor, Dios mío; no conozco tu rostro.
¿Qué hará, altísimo Señor, éste tu desterrado tan lejos de ti? ¿Qué hará tu servidor, ansioso de tu amor, y tan lejos de tu rostro? Anhela verte, y tu rostro está muy lejos de él. Desea acercarse a ti, y tu morada es inaccesible. Arde en el deseo de encontrarte, e ignora dónde vives. No suspira más que por ti, y jamás ha visto tu rostro.
Señor, tú eres mi Dios, mi dueño, y con todo, nunca te vi. Tú me has creado y renovado, me has concedido todos los bienes que poseo, y aún no te conozco. Me creaste, en fin, para verte, y todavía nada he hecho de aquello para lo que fui creado.
Entonces, Señor, ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo te olvidarás de nosotros, apartando de nosotros tu rostro? ¿Cuándo, por fin, nos mirarás y escucharás? ¿Cuándo llenarás de luz nuestros ojos y nos mostrarás tu rostro? ¿Cuándo volverás a nosotros?
Míranos, Señor; escúchanos, ilumínanos, muéstrate a nosotros. Manifiéstanos de nuevo tu presencia para que todo nos vaya bien; sin eso todo será malo. Ten piedad de nuestros trabajos y esfuerzos para llegar a ti, porque sin ti nada podemos.
Enséñame a buscarte y muéstrate a quien te busca; porque no puedo ir en tu busca a menos que tú me enseñes, y no puedo encontrarte si tú no te manifiestas. Deseando te buscaré, buscando te desearé, amando te hallaré y hallándote te amaré.

(San Anselmo).

Yo rezo el Rosario

9/5/09

Perfecta creyente

4/5/09


Es tradición en la Iglesia dedicar el mes de mayo a la Virgen María. Esta tradición se puede concretar en el rezo diario del rosario, en peregrinar hacia algún templo mariano, en colocar en un lugar destacado una imagen de la Virgen honrándola con flores y plegarias, etc. La Virgen es la perfecta creyente que todos debemos imitar. Un buen ejercicio sería tenerla a Ella como un espejo en el que mirarnos intentando, poco a poco, ser más semejantes a Ella, que aceptando la Palabra de Dios en su vida la hizo carne de su carne trayéndonos así la salvación del mundo. Otro buen ejercicio es procurar tener con nuestra madre del Cielo los mismos sentimientos de ternura y afecto que tenemos con nuestra madre terrena. Ella también es realmente nuestra madre. Dirijámonos a María constantemente, imploremos su protección, y roguésmole que nos alcance la gracia divina para alcanzar la salvación.
Santa María, ruega por nosotros

Comprender la liturgia

23/4/09



Entrevista realizada por Bruno Volpe a Monseñor Nicola Bux.

“Pero… ¿qué fiesta? La Liturgia es un drama”: lo afirma Monseñor Nicola Bux, teólogo y liturgista de reconocida fama. Con él, hemos afrontado el tema del sentido de lo sagrado en la Liturgia.
Creo que este sentido de lo sagrado se podrá recuperar cuando comprendamos que la Misa no es nunca un espectáculo, un entretenimiento o una propiedad de cada sacerdote, sino un verdadero y propio drama. A menudo nos llenamos la boca con la palabra “fiesta”, pero… ¿qué fiesta? En la Misa recordamos el sacrificio de Cristo, ésta es la verdad. Cristo se ha inmolado por nosotros y luego se usa la palabra fiesta… Es correcto hablar de fiesta sólo después de haber comprendido y aceptado el concepto de que Cristo ha dado la vida por nosotros. Sólo entonces es lícito hablar de fiesta, pero nunca antes.
*
Luego añade:
Una buena Liturgia debe tener en su centro la cruz pero, al ser colocada frecuentemente a un lado o en lugares poco visibles, ésta ha perdido su significado verdadero y auténtico. Parece mucho más un objeto accesorio que un centro de adoración. A veces tengo la sensación de que una cruz en el centro del altar produce fastidio, casi incomodidad. Para ser duros: la mayoría de las veces, no la mira nadie.
*
Monseñor Bux habla del concepto de devoción:
Para volver a dar a la Liturgia el sentido de lo sagrado, es necesaria la devoción. Basta de Misas celebradas como acontecimientos mundanos y entretenimiento. Es necesaria la devoción, el encuentro con el rostro de Dios. Pero desgraciadamente esto ocurre muy pero muy raramente. Sin un encuentro con el verdadero rostro de Dios, sin devoción, la Misa se convierte en un ritual, en una auto-celebración del sacerdote que no tiene ningún sentido.
*
Provocadoramente, monseñor Bux plantea una pregunta:
¿Cuántos actualmente, celebrando la Misa, dirigen la mirada a Dios y a la cruz? Pocos. Y por eso el sentido de lo sagrado va disminuyendo en nuestras Misas.
*
Y entonces, ¿qué se puede hacer?
Pienso que una buena idea podría la ser siguiente: en la segunda parte de la Misa, desde el ofertorio en adelante, el sacerdote podría celebrar dirigido hacia la cruz, ad orientem.
*
En una entrevista que nos ha concedido algunos días atrás, el historiador Franco Cardini ha hablado de crisis del sentido de lo sagrado…
Es necesario ver en qué sentido ha dicho esta afirmación. Pero el sentido de lo sagrado es Dios. Aparentemente, este sentido de lo sagrado, es decir, de cercanía y de búsqueda de Dios, hoy parece ofuscado, es cierto. Pero yo no sería tan pesimista. En el fondo, el hombre busca siempre, por naturaleza, a Dios. Muchas veces también por comodidad personal o con formas corrompidas y equivocadas como la superstición o la magia, pero a fin de cuentas ese contacto es buscado. La alianza con Dios, incluso egoístamente, es conveniente para el hombre.

Extraído de la Buhardilla de Jerónimo

Cruz de Altar

22/4/09


En las últimas décadas el desorden litúrgico ha ocasionado la desfiguración de la Misa que no es una reproducción de la última cena, como muchos piensan, sino que es la actualización del sacrificio de Cristo en la cruz. Cuando participamos en la Eucaristía realmente estamos ante la muerte y resurrección de Cristo. Litúrgica y teológicamente lo más correcto es que la cruz, señal de los cristianos, sea colocada sobre el altar y en el centro del mismo, de esta forma, el sacerdote y los fieles quedan orientados hacia Cristo y se subraya el carácter sacrificial de la celebración. Aunque en el presbiterio exista una imagen de Jesús crucificado, es muy oportuno, colocar una cruz en el centro del altar del santo Sacrificio. El Papa está insistiendo en este punto y creo que todos debemos secundarlo puesto que es una medida fácilmente realizable.

Reponer comulgatorios


El Cardenal español Antonio Cañizares ha hecho unas interesantes declaraciones a propósito de la forma de recibir la sagrada comunión y la relación de estos gestos con la línea de actuación al frente de la Congregación para el Culto. Así, el purpurado ha asegurado que: "La comunión de rodillas significa respeto a Dios y adoración, es el corazón del hombre que se postra ante quien le ama hasta el extremo. Esto son signos, no es cambiar por cambiar, es buscar todo el sentido y superar la secularización de nuestro mundo. Uno de los objetivos de nuestras congregaciones es llevar a cabo en estos años una grandísima campaña de formación litúrgica".
Creo que una forma de colaborar con la reforma de la reforma litúrgica y, a la vez, un signo de comunión con el magisterio de la Iglesia sería que los párrocos recuperasen el comulgatorio en sus parroquias para que el fiel que, estando en su derecho, desee comulgar según la norma universal de la Iglesia pueda hacerlo. En España ya hay tres catedrales que lo han repuesto. Pienso que si hoy no se suprime el indulto que permite recibir la comunión en la mano es debido a la soberbia de muchos que de alguna forma condicionan la autoridad del Papa. Además la supresión de este indulto evitaría las profanaciones y sustracciones del Santísimo Sacramento que se están multiplicando. Pues lo dicho, al menos, que se facilite a los fieles la comunión según la norma universal de la Iglesia: de rodillas y directamente en la boca.

El Señor lo asista

19/4/09

Hoy hace cuatro años que Benedicto XVI es nuestro Papa.
Todos los católicos debemos tener presente lo fundamental que es el ministerio del sucesor de Pedro. La apostolicidad es una de las características esenciales de la Iglesia, de forma que podemos afirmar que allí donde está Pedro está la Iglesia y viceversa. Estimemos, pues, al Santo Padre, que tiene como misión confirmarnos en la fe, en la caridad y congregarnos en la unidad. Roguemos por Él, para que el Señor lo asista con su Espíritu Santo y lo defienda de los muchos ataques que está recibiendo. Procuremos aprovechar el denso magisterio de Benedicto XVI, escudriñemos sus dos encíclicas; Deus Caritas Es y Spe Salvi; sus homilías, mensajes, etc.
¡ Gracias Señor por este gran Papa !

¿Seré yo, Señor?

18/4/09


El pasaje bíblico de la última cena nos relata cómo los discípulos se interrogaban ante las palabras de Jesús; "uno de vosotros me va a entregar". Ciertamente el Señor conoce hasta lo más íntimo de nuestro ser pero nosotros ¿conocemos nuestro corazón?. Puede suceder que a lo largo de la vida vivamos momentos de fidelidad extrema a Cristo, como la del discípulo amado que estuvo al pie de la cruz o, por el contrario, momentos de cinismo y de traición, como la de Judas. Cuántas veces la respuesta a la pregunta "¿Seré yo, Señor?" es afirmativa; nuestra pasividad, indiferencia, ingratitud, son realmente traiciones a Aquel que se ha entregado por nosotros. Este segundo domingo de Pascua la Iglesia nos presenta el fragmento evangélico de la duda de Santo Tomás, es bastante común entre nosotros tener esa extrañísima actitud de formar parte de la Iglesia y, sin embargo, no creer realmente. No deja de ser un sinsentido pero ocurre.
Que el Crucificado y Resucitado nos conceda la gracia de conocerlo y de conocernos. Que Él nos haga avanzar por el camino de la santidad de forma que llegue el día en que nuestros sentimientos y acciones sean iguales a las suyas.

Vivir la Pascua

13/4/09

Sí, la Pascua es la vocación de la Iglesia. Es su destino y su heredad. Somos ciudadanos del cielo, de un cielo y de una Pascua que solo se pueden ganar en la tierra. La cruz de Cristo nos redime, pero no nos garantiza automáticamente la salvación que hemos de lograr completando en nuestra carne y en nuestra alma lo que le falta a su Pasión redentora. Pasión y Pascua se funde, de este modo, en una unidad indivisible y santa.

Aprendamos estas diez actitudes claves para vivir la Pascua, para dejar que la Pascua nos transforme:

1.- Una actitud de admiración y reconocimiento de la verdad de la Pascua: ¡Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya! La verdad de la resurrección de Jesucristo no es una fábula, una parábola, una moraleja o un símbolo. Es una verdad histórica, indestructible e invencible. ¡Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya! La resurrección de Jesucristo es la clave de bóveda de nuestra fe. Ha resucitado realmente, corporalmente, glorificadamente. Es también cierta y verdadera su resurrección como lo fue su vida, su pasión, su cruz y su muerte. Y al igual siempre que su cruz siempre nos llama a la compunción, a la emoción, a la admiración y al agradecimiento, lo mismo su resurrección, tan auténtica una como la otra. ¡Verdaderamente, sí, ha resucitado el Señor. Aleluya!

2.- Una actitud de inserción en el misterio de la cruz de Cristo: ¡Tu cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección glorificamos. Por el madero ha venido la alegría al mundo entero! No hay dicotomía entre el Cristo Crucificado y el Cristo Resucitado. Para ello es preciso hallar el equilibrio entre la cruz y la gloria. Nos hemos pasado tantos años en la Iglesia clavados en el Viernes Santo, plantados en la contemplación de la Pasión, que ahora, como si se tratara de un movimiento pendular, nos hemos instalado con verdad y también con demasía solo en la gloria. Hasta ufanamente decimos estar solo pendientes de la Pascua. Y no hay Pascua sin Viernes Santo. Entonces la resurrección tendrá consecuencias en nuestra vida, comprendiendo progresivamente la resurrección a la luz de la vida de Cristo y recorriendo nuestra vida a la luz de esta resurrección, a cuya "escuela" hemos de acudir cada día, humilde, gozosa y esperanzadora.
3.- Una actitud de novedad: Somos panes nuevos, los panes ácimos de la Pascua. Esta actitud consiste en saber ver y juzgar con ojos y corazón nuevos. Ya les pasó a los apóstoles. Ya les pasó a Pedro y a Juan. Dudaron del anuncio de las mujeres y necesitaron ir al sepulcro, hallarlo vacío, contemplar las vendas y el sudario. Y ver con el corazón. "...y entonces vio y creyó, pues no habían entendido la Escritura que anunciaba que El iba a resucitar de entre los muertos".

4.- Una actitud de confiada, esperanzada y contagiosa alegría. La alegría es la característica de los textos bíblicos y litúrgicos de la Pascua. La alegría es el grito, el clamor de los testigos del sepulcro vacío y del Señor Resucitado. Se trata de una alegría exultante y a la vez serena, de una alegría contagiosa y expansiva, de una alegría confiada y esperanza. El “aleluya” de la Pascua es etimológica y conceptualmente alegría. ¡Claro que hay en la vida y en nuestra vida motivos para el pesar y la tristeza! Los hay, sí, pero, ante todo y sobre todo, ha de haberlos para la esperanza y la alegría. Cristo ha resucitado. Tiene sentido la vida. Tiene sentido nuestra fe. El cristiano de esta hora del siglo XXI habrá de ser testigo de esta alegría con su propia alegría. Si siempre fue cierto que nada más triste que un cristiano –un santo, dice el refrán- triste, en medio de acosos y cortapisas al cristianismo y a la Iglesia, hemos de ser alegres, hemos de transmitir que esta alegría que nadie no ha de arrebatar.

5.- Una actitud de búsqueda y de escucha de la Palabra de Dios. La escuela de la Pascua tiene, por tanto, como primera lección la escucha atenta, constante y orante de la Palabra de Dios. Hemos de regresar una y otra vez a la Biblia. Es la fuente, el sustrato y el nutrimento capital de nuestra fe y de nuestra vida. Los cristianos -particularmente los católicos- no podemos ser los grandes desconocedores y hasta prófugos de la Palabra de Dios, que es siempre viva y eficaz, actual, interpeladora, pensada para ti, para mi y para todos. La Palabra de Dios es la gran pedagoga, la gran educadora de nuestros ojos y de nuestro corazón. Es la gran maestra y descubridora de la Pascua, como aconteció con los discípulos de Emaús.

6.- Una actitud de trascendencia: “Buscar las cosas de allá arriba”. La escuela de la Pascua, al purificar nuestra mirada y nuestro corazón, nos enseñar a mirar "más arriba", a buscar las "cosas de allá arriba", donde está Cristo el Señor. Nuestro mundo y también los cristianos urgimos recuperar la trascendencia. El progreso de la ciencia y de la técnica, los altos niveles de bienestar que disfrutamos en Occidente -al menos, la mayoría de las personas- nos prometen continuamente el paraíso en la tierra y nos dejamos engañar pensando que estamos a un tris de hallar aquí, en esta tierra, la felicidad y la plenitud. Vivimos en el sofisma del primer paraíso terrenal cuando la serpiente engañó al primer hombre y a primera mujer en la manzana del árbol de la vida, del árbol del bien y del mal. No hay más árbol de la vida que el árbol de cruz. El, en Jesucristo crucificado, es el Bien, el único bien vivo y verdadero. Y la tentación y los tentadores son el mal. No nos confundamos y no nos dejemos confundir.

7.- Una actitud de renovada y profunda espiritualidad y vida interior. Un cristianismo renovado, vigoroso, robustecido, confesante y apostólico es que, nutrido de la Palabra de Dios, se abre y se recicla continuamente en la oración y los sacramentos. A esta hora nuestra de secularismos y laicismos la única respuesta válida es la que brote de una vida interior, de la plegaria, de la espiritualidad recia y encarnada. Para "buscar las más de allá arriba", donde está Cristo el Señor, necesitamos rezar, fortalecer nuestra vida interior, revitalizar nuestras raíces cristianas, ahondar en la verdadera y propia identidad de nuestra fe y de nuestra Iglesia en y desde la comunión, sintiéndonos orgullosos de pertenecer a ella.

8.- Una actitud propia de la condición del discípulo. La escuela de la Pascua, desde la Palabra y desde la búsqueda y cultivo de la verdadera y apremiante trascendencia y espiritualidad, es la escuela del discipulado. Para ser testigos antes hay que ser discípulos. El discípulo es el que está a la escucha y en la compañía del Maestro. Es aquel que experimenta y conoce su sabiduría, su grandeza y su amor. Solo así el discípulo hallará al Cristo total - no a un Cristo a mi gusto o medida- y solo así el discípulo se convertirá en apóstol, en misionero, en testigo. Nuestro gozo será entonces tal que nos brotará y surgirá espontáneo e irrefrenable el expandir y transmitir con la fuerza de la propia vida y de las obras al Cristo que se levanta y camina con las llagas y transido de gloria en el alba del día sin ocaso.

9.- Una actitud misionera de apóstol. Todo lo anterior nos convertirá así en apóstoles y testigos. Pero nadie da lo que no tiene. De ahí la importancia de ser antes discípulos. Solo transformados nosotros mismos podremos ser levadura nueva de transformación para nuestra humanidad. Cristo Resucitado nos llama a ser sus testigos. "Nosotros somos sus testigos", repetían los apóstoles en aquellas horas y días de la gran Pascua.

10.- Una actitud solidaria con todos los que sufren, con todos los llagados. En la Pascua nos espera el Resucitado, ¿dónde hallarlo? Lo descubriremos también en nuestras llagas y en las llagas de una humanidad dolorida y anhelante de salvación y a quien hemos servir en la caridad y a través de la Eucaristía, el Cuerpo glorioso y llagado de Jesucristo, el Pan partido y repartido para la vida del mundo. Con los de Emaús sintamos, cantemos y actuemos: “Te conocimos, Señor, al partir el pan; Tú nos conoces, Señor, al partir el pan”.
Meditación sobre la Pasuca
Extraído de la web Altaria Tua Domine

¡ Cristo ha resucitado !

12/4/09


Y muy de madrugada ... encontraron el sepulco vacío...
¡ El Señor vive !. La muerte, el Maligno, el pecado... han sido derrotados. Nuestra fe está sólidamente apoyada en este acontecimiento, no puede ser vana nuestra esperanza porque no creemos en alguien muerto sino en el Señor Jesús vivo que está junto a nosotros.
¡Feliz Pascua de Resurrección!

14/3/09

Para contemplar y meditar

Miércoles de Ceniza

24/2/09

Con el rito de la imposición de la ceniza comienza la Cuaresma; el periodo de cuarenta días que preceden a la celebración de la Pascua y que tiene en ella su razón de ser. Por lo tanto, para entender el significado de este tiempo cuaresmal hay que entender el significado de la Pascua. La Pascua es la fiesta principal cristiana en la que celebramos el paso de Cristo de la muerte a la vida. Porque Cristo ha resucitado nuestra fe no es vana, no está vacía, no es inútil. Nuestro Señor con su muerte en la Cruz, nos ha redimido, ha vencido a la muerte y al pecado y con su Resurrección nos abierto el camino del Cielo. Entendido esto, la Cuaresma es el tiempo penitencial de preparación para esos acontencimientos Pascuales. Es un tiempo de ascesis, para morir a todo aquello que nos impide vivir para Cristo, por ello, la prácticas propias de este periodo son la oración, el ayuno y la limosna. Aprovechemos estos cuarenta días para auto-examinarnos, para sanar y revitalizar nuestra vida espiritual, para frecuentar los sacramentos, especialmente la confesión, en definitiva, pongamos todo de nuestra parte para dejar que el Espíritu Santo nos convierta y poder participar de la Vida nueva de Cristo muerto y resucitado.

Sobre el sufrimiento

3/2/09


"(..)Hay un alejamiento de Dios que se da lo mismo en los hombres piadosos que en los impíos, que desconcierta al espíritu y hace al corazón indeciblemente medroso. Los hombres piadosos no lo reconocen fácilmente porque piensan que algo así no puede sucederles (aunque el mismo Señor ha invocado: "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?") y los otros, los no piadosos, sacan falsas consecuencias de los hechos reconocidos.

Si este alejamiento de Dios de un corazón atribulado, sufriente, es la mayor amargura de la cuaresma de nuestra vida, es lógico que nos preguntemos cómo nos desenvolveremos y —lo que es lo mismo— cómo podemos celebrar hoy la cuaresma de la Iglesia. Pues cuando el amargo alejamiento de Dios se convierte en un culto a Dios, la cuaresma del mundo se transforma en la cuaresma de la Iglesia.

Lo primero que tenemos que hacer es esto: aceptar este alejamiento de Dios del corazón atribulado, sufriente, y no huir de él con ocupaciones piadosas o mundanas, aceptarlo sin los narcóticos del mundo, del pecado y de la desesperación. ¿Cuál es el Dios que está alejado de ti en ese vacío del corazón? No el verdadero, no el Dios viviente; pues éste es el incomprensible, el innominado, para que pueda ser el Dios de tu corazón sin medida. Se ha alejado de ti un Dios que no existe; un Dios comprensible, un Dios de los pensamientos pequeños y de los sentimientos baratos y modestos del hombre, un Dios de la seguridad terrena, un Dios que cuida de que los niños no lloren y el amor de los hombres no desemboque en desengaño, un venerabilísimo... ÍDOLO. Éste es el que se ha alejado. Este alejamiento de Dios debe aceptarse. Desde luego, podemos afirmar lo que sigue: deja que la desesperación te quite aparentemente todas las cosas, deja que invada tu corazón de forma que, en apariencia, no quede ninguna salida más a la vida, a la plenitud, a la amplitud y a Dios. No desesperes en la desesperación: deja que te quite todo; en realidad, te será arrebatado sólo lo finito y lo vano, por muy fantástico y grandioso que haya sido y aunque seas tú mismo, tú mismo con tus ideales, tú mismo con los proyectos de tu vida, que estaban planeados tan sabia y exactamente, tú con tu imagen de Dios, por la que se asemeja a ti, en vez de parecerse al incomprensible. Déjate cerrar todas las salidas, serán cegadas sólo las salidas a la finitud y a los caminos verdaderamente sin salida. No te atemorices de la soledad y abandono de tu mazmorra interior, que da la impresión de estar tan muerta como una tumba. Si resistes, si no huyes ante la desesperación, y en la desesperación dudas de esos ídolos tuyos a los que llamabas Dios, y no dudas a la vez del Dios verdadero; si resistes —y esto es ya un milagro de la gracia—, entonces descubrirás de repente que tu celda o tumba se cierra sólo a la vana finitud, que su vacío mortal es sólo la amplitud de una efusión de Dios, que el silencio está lleno con una palabra sin palabras, con aquel que está sobre todos los hombres, y es todo en todos. El silencio es su silencio. Te dice que está presente.

La segunda cosa que debes hacer en tu desesperación es la siguiente: caer en la cuenta de que Él está presente, saber por la fe que Él está junto a ti ; descubrir que Él te espera ya desde hace tiempo en el más profundo recinto de tu corazón atribulado, que ya desde hace tiempo Él aguarda calladamente a la escucha de si tú, en medio del atareado estrépito al que llamamos nuestra vida, le dejas tomar la palabra, una palabra que a los hombres que son como tú hasta ahora eras, les parece un silencio mortal. Tienes que sentir que no caes cuando cedes a la angustia que sientes por ti mismo y por tu vida; no caes cuando abandonas, no estás desesperado cuando desesperas de ti, de tu sabiduría y de tu fuerza, y de la falsa imagen de Dios que te será arrebatada. Como por un milagro, que cada día tiene que acontecer de nuevo, descubrirás que estás junto a Él. Vas a sentir de repente que tu alejamiento de Dios, en verdad, es sólo el desaparecer del mundo ante el amanecer de Dios en tu alma, que las tinieblas no son sino luminosidad sin sombra alguna, que tu impresión de carecer de salida es sólo la inconmensurabilidad de Dios y para llegar a Él no se necesita camino alguno, porque Él está presente. Caerás en la cuenta de que no debes procurar, por tus propias fuerzas, huir de tu corazón vacío, porque Él está presente y no hay ninguna razón para huir de esa bendita desesperación y llegar a un consuelo que no sería consuelo alguno, ni existiría de verdad. Él está presente. No pretendas retenerle. No huye. No pretendas cerciorarte y tocarle con las manos de tu corazón ansioso. Abrazarías el vacío, no porque Él sea lejano e irreal, sino porque es la infinitud misma, que no puede ser aprehendida. Él está presente en medio de tu corazón atribulado. Él solo. Él, que es todo y por eso aparece así, como si fuera nada. Entonces llega por sí misma la calma que es la más intensa actividad, el silencio que está lleno con la palabra de Dios, la confianza, que ya no teme, la seguridad que ya no necesita garantía alguna y la fuerza que es poderosa en la impotencia: la vida, en conclusión, que nace con la muerte. Entonces nada hay en nosotros sino Él, y la fe, casi imperceptible y que, sin embargo, todo lo llena, de que Él existe y está presente, y de que nosotros existimos. (...)"


Karl Rhaner S.J.

Síntesis de la Fe

27/1/09

«Es necesario tener presente que, desde los primeros tiempos del cristianismo, aparece un «núcleo» permanente e irrenunciable de la catequesis, es decir, de la formación en la fe. Es el núcleo que utiliza tanto el catecismo de Lutero como el catecismo romano de Trento. En una palabra: toda la exposición sobre la fe se halla organizada en torno a cuatro elementos fundamentales: el Credo, el Padrenuestro, los Diez Mandamientos, los Sacramentos. Esta es la base de la vida del cristiano, la síntesis del Magisterio de la Iglesia, fundado en la Escritura y en la Tradición. El cristiano encuentra aquí lo que debe creer (el Símbolo o Credo), esperar (el Padrenuestro), hacer (el Decálogo) y el espacio vital en que todo esto debe cumplirse (los Sacramentos). Esta estructura fundamental ha sido abandonada en demasiadas catequesis actuales, con el resultado que comprobamos: la disgregación del sensus fidei en las nuevas generaciones, a menudo incapaces de una visión de conjunto de su religión».
Del libro "Informe de la Fe" del entonces cardenal Ratzinger

El Desprendimiento

26/1/09

Nuestro corazón tiene que estar prendido solamente en Dios, Él debe ser nuestro cimiento. El primero de los mandamientos del Decálogo nos dice "Amarás a Dios sobre todas las cosas", implícitamente se nos está exigiendo ser desprendido. Cumplir esta exigencia no es algo sencillo pues el corazón humano tiende a aferrarse a seguridades, a personas, a mil preocupaciones. Si uno va a realizar una peregrinación larga lleva en su mochila lo imprescindible porque de lo contrario todo lo demás le supondrá un peso añadido que dificultará su progreso. La vida es esa peregrinación. No se trata de ser eremitas y de renunciar a tener familia, amigos, aficiones, se trata de vivir sin apego a nada ni a nadie. Paradógicamente quien consigue ese estado de desprendimiento aprende a contextualizar todo correctamente, aprende a amar porque ama desde Dios y hasta en un sentido puramente humano se halla feliz y en paz pues ninguna contrariedad del mundo lo podrá abatir ya que no está apegado a nada del mundo.

Confiemos en Dios y pidamos la gracia de ser desprendidos.

Tropiezo espiritual

13/1/09

Si le hubieran preguntado a Jesucristo cuál es el peor de los pecados quizás hubiese respondido que el peor pecado es la soberbia y todas sus hijas; arrogancia, orgullo, vanidad, etc. Ciertamente, fue la soberbia la que llevó al ángel Luzbel a ser expulsado del Cielo y a convertirse en el Príncipe de las Tinieblas y por la soberbia desobedecieron nuestros primeros padres la voluntad de Dios. En nuestra evolución espiritual debemos tener muchísimo cuidado con este pecado por su sutileza y porque muchas veces se reviste de cínica humildad. Son muchos los que por llevar una vida "políticamente correcta", cumplir con los preceptos y no hacer daño al prójimo, caen con frecuencia en la tentación de creerse santos. Éste es el gran engaño diabólico; creerse santo, creerse mejor que los demás o sin necesidad de conversión. En este pecado sucumben principalmente sacerdotes, religiosos y personas piadosas. Más de una vez hacemos juicios, aunque no los verbalicemos, sobre otras personas que se pueden resumir en considerar a los otros, por su conducta o modo de vida, inferiores a nosotros. Caer en este engaño es tropezar espiritualmente y es como si de alguna forma nos impermeabilizácemos a la acción de la gracia. Contrariamente, reconocer nuestra pequeñez, nuestra condición pecadora, nos predispone a ser auxiliados por la misericordia divina, dice la Escritura "el que se humilla será enzalzado". En la historia de la Iglesia encontramos grandes santos que fueron grandes pecadores. San Agustín de Hipona, por ejemplo, llevó una vida desordenada, abrazó distintas corrientes heréticas, vivió en adulterio y llegó a tener un hijo natural, sin embargo, por su humildad y por su búsqueda constante de la Verdad fue auxiliado y hoy es uno de los grandes santos de toda la historia.
Nunca nos consideremos superior a nadie por muy miserable que aparentemente sea el otro, seamos humildes, como decía San Francisco de Asís, humildes como la hermana agua que siempre va por los lugares más bajos y allá por donde pasa engendra vida.

Dios manifestado

6/1/09


Celebra hoy la Iglesia la fiesta de la Epifanía del Señor, popularmente conocida como fiesta de los Reyes Magos. En Oriente llamaban magos a ciertos sabios que se dedicaban a estudiar los astros y a profundizar en las ciencias religiosas, se les consideraba personas de gran santidad y sabiduría, que empleaban su vida en la búsqueda de la verdad. Nos cuenta el Evangelio de San Mateo que aquellos hombres al llegar a Jerusalén preguntaron «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y , venimos a adorarlo. » y más adelante continua "Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron" . Se deduce de estos pasajes que aquellos sabios tenían un deseo profundo de encontrar a Dios y Él no los defraudó en su búsqueda , al contrario, se manifestó. Ésta es la clave de este día; Dios se manifiesta a la humanidad, se hace accesible, tangible, cercano. Junto a este aspecto central, no debe pasarnos desapercibido la actitud de aquellos hombres al buscar y encontrar a Cristo; "venimos a adorarlo" "y cayendo de rodillas lo adoraron". Adorar es la respuesta del que reconoce a Dios. Es el culto de latría que se le da sólo al Altísimo y se exterioriza con la postración, con abajamiento. Hoy, como hace dos milenios, Cristo se manifiesta, pero son muy pocos los que lo descubren. Aquellos magos reconocieron la divinidad escondida en la humanidad de Jesús niño. Nosotros podemos descubrir también la divinidad y la humanidad de Cristo ocultos bajo el Pan consagrado. Él es siempre el mismo; Es Dios. Pongámonos en camino, no nos faltará "su estrella", busquemos y adoremos.

El don del tiempo

1/1/09

Finaliza un año y comienza otro nuevo. Aunque la contabilización del tiempo sea invención humana cargada de vanidad, no deja de ser este hecho bastante propicio para darnos cuenta que esta vida es finita; tiene un principio y tendrá un fin. Debemos caer en la cuenta que el tiempo es un don hermosísimo que Dios nos da, don que se nos ofrece para hallar la voluntad del Padre y cumplirla, para descubrir a qué hemos sido llamados, para ser cooperadores y cocreadores, para sentirnos realmente hijos de Dios y vivir como tales, para explotar nuestros talentos y ejercitarnos en la virtud, especialmente en la caridad, en definitiva, don que se nos ofrece para ser felices y llegar un día a la Felicidad plena en Dios donde no existirá ni el tiempo ni el espacio. Administrar nuestra vida terrena de la forma más óptima es una exigencia de nuestra fe. No seamos vividos por la vida, al contrario, vivamos nosotros la vida. Que nuestros días estén cargados de frutos espirituales y temporales o, al menos, de la intención de producirlos.
Que el Señor nos permita descubrir este don, nos de la gracia de vivir en Gracia y cada nuevo amanecer sea para todos ocasión de conversión.