Tropiezo espiritual

13/1/09

Si le hubieran preguntado a Jesucristo cuál es el peor de los pecados quizás hubiese respondido que el peor pecado es la soberbia y todas sus hijas; arrogancia, orgullo, vanidad, etc. Ciertamente, fue la soberbia la que llevó al ángel Luzbel a ser expulsado del Cielo y a convertirse en el Príncipe de las Tinieblas y por la soberbia desobedecieron nuestros primeros padres la voluntad de Dios. En nuestra evolución espiritual debemos tener muchísimo cuidado con este pecado por su sutileza y porque muchas veces se reviste de cínica humildad. Son muchos los que por llevar una vida "políticamente correcta", cumplir con los preceptos y no hacer daño al prójimo, caen con frecuencia en la tentación de creerse santos. Éste es el gran engaño diabólico; creerse santo, creerse mejor que los demás o sin necesidad de conversión. En este pecado sucumben principalmente sacerdotes, religiosos y personas piadosas. Más de una vez hacemos juicios, aunque no los verbalicemos, sobre otras personas que se pueden resumir en considerar a los otros, por su conducta o modo de vida, inferiores a nosotros. Caer en este engaño es tropezar espiritualmente y es como si de alguna forma nos impermeabilizácemos a la acción de la gracia. Contrariamente, reconocer nuestra pequeñez, nuestra condición pecadora, nos predispone a ser auxiliados por la misericordia divina, dice la Escritura "el que se humilla será enzalzado". En la historia de la Iglesia encontramos grandes santos que fueron grandes pecadores. San Agustín de Hipona, por ejemplo, llevó una vida desordenada, abrazó distintas corrientes heréticas, vivió en adulterio y llegó a tener un hijo natural, sin embargo, por su humildad y por su búsqueda constante de la Verdad fue auxiliado y hoy es uno de los grandes santos de toda la historia.
Nunca nos consideremos superior a nadie por muy miserable que aparentemente sea el otro, seamos humildes, como decía San Francisco de Asís, humildes como la hermana agua que siempre va por los lugares más bajos y allá por donde pasa engendra vida.

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