Celebra hoy la Iglesia la fiesta de la Epifanía del Señor, popularmente conocida como fiesta de los Reyes Magos. En Oriente llamaban magos a ciertos sabios que se dedicaban a estudiar los astros y a profundizar en las ciencias religiosas, se les consideraba personas de gran santidad y sabiduría, que empleaban su vida en la búsqueda de la verdad. Nos cuenta el Evangelio de San Mateo que aquellos hombres al llegar a Jerusalén preguntaron «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y , venimos a adorarlo. » y más adelante continua "Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron" . Se deduce de estos pasajes que aquellos sabios tenían un deseo profundo de encontrar a Dios y Él no los defraudó en su búsqueda , al contrario, se manifestó. Ésta es la clave de este día; Dios se manifiesta a la humanidad, se hace accesible, tangible, cercano. Junto a este aspecto central, no debe pasarnos desapercibido la actitud de aquellos hombres al buscar y encontrar a Cristo; "venimos a adorarlo" "y cayendo de rodillas lo adoraron". Adorar es la respuesta del que reconoce a Dios. Es el culto de latría que se le da sólo al Altísimo y se exterioriza con la postración, con abajamiento. Hoy, como hace dos milenios, Cristo se manifiesta, pero son muy pocos los que lo descubren. Aquellos magos reconocieron la divinidad escondida en la humanidad de Jesús niño. Nosotros podemos descubrir también la divinidad y la humanidad de Cristo ocultos bajo el Pan consagrado. Él es siempre el mismo; Es Dios. Pongámonos en camino, no nos faltará "su estrella", busquemos y adoremos.
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