Muchos cristianos, lamentablemente, han perdido la consciencia de haber cometido pecado mortal y permanecen en él sin el menor problema. Esto se comprueba fácilmente al ver cómo la práctica religiosa desciende, cómo cada vez más personas viven en adulterio o cómo la secularización avanza a pasos agigantados. Quizás más grave que la pérdida de consciencia de estar pecado mortal sea la pérdida de consciencia de estar en gracia, al fin y al cabo, desgraciado, literalmente, es aquel que no está en gracia. Ese no experimentar la gracia divina en nuestras vidas es, en mi opinión, gran parte de la causa de que muchos que se llaman cristianos vivan peor que paganos. La gracia "es un don gratuito de Dios, por el que nos hace partícipes de su vida trinitaria y capaces de obrar por amor a Él. (...) nos santifica y nos diviniza. (...)La gracia previene, prepara y suscita la libre respuesta del hombre; responde a las profundas aspiraciones de la libertad humana, la invita a cooperar y la conduce a su perfección. (...)Además de la gracia habitual, existen otros tipos de gracia: las gracias actuales (dones en circunstancias particulares); las gracias sacramentales (dones propios de cada sacramento); las gracias especiales o carismas (que tienen como fin el bien común de la Iglesia), entre las que se encuentran las gracias de estado, que acompañan al ejercicio de los ministerios eclesiales y de las responsabilidades de la vida."
Seamos conscientes del estado de gracia, vivamos con profundo gozo ese estar en amistad con Dios y ese participar de su misma vida divina.
Seamos conscientes del estado de gracia, vivamos con profundo gozo ese estar en amistad con Dios y ese participar de su misma vida divina.
2 comentarios:
hola
Habría que profundizar en las causas...
Tal vez las principales son nuestra cobardía para defender nuestra fe ante la sociedad y la poca santidad de nuestra vida cristiana.
Leyendo a Rousseau en su discurso sobre las ciencias y las artes, ese mismo padre de la ilustración que tanto venera nuestra sociedad de hoy, destacaba cómo la santidad de esos creyentes: los apóstoles y sus discípulos, hicieron algo prodigioso... cambiaron el mundo.
Nos falta compromiso, santidad y valentía, y le estamos fallando a Dios y a los pobres hombres de hoy que van dando tumbos sin encontrar su destino porque nadie se lo muestra, por nuestra cobardía y torpeza.
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