Los sacramentos son los signos de nuestra fe, a través de los cuales, recibimos la gracia divina. La Confensión es uno de estos siete signos. Este sacramento, el de la Reconciliación, está en la actualidad muy devaluado. Muchos cristianos no entienden su significado y el por qué hay que decir los pecados al confensor que, al fin y al cabo, es una persona tan pecadora, o más, que el mismo penitente. Sin embargo, la Confensión es, en mi modesta opinión, uno de los sacramentos más gratificantes, de hecho, es llamado, junto con la Unción de los Enfermos, sacramento de curación o sanación.
La condición humana es una condición frágil, somos débiles, y fácilmente sucumbimos al sin fin de tentaciones que se nos presentan en nuestra vida. Como en la parábola del hijo pródigo, nos apartamos frecuentemente de la casa del Padre, marchamos errantes por la vida creyéndonos autosuficientes hasta que caemeos en la cuenta, al igual que en la parábola, de lo bien que se está en la casa del Padre. Jesucristo, consciente de nuestra debilidad, nos ha dejado este gran misterio y, por mediación de la Iglesia, nos reconcilia con el Padre. Es Él, a través del sacerdote, quien perdona nuestro pecados. Por otra parte, decir los pecados tiene un efecto como de catarsis, de liberación. Ser perdonado es una hermosa experiencia, es sentir, como en la parábola, el abrazo del Padre que espera siempre nuestro regreso a Él.
La condición humana es una condición frágil, somos débiles, y fácilmente sucumbimos al sin fin de tentaciones que se nos presentan en nuestra vida. Como en la parábola del hijo pródigo, nos apartamos frecuentemente de la casa del Padre, marchamos errantes por la vida creyéndonos autosuficientes hasta que caemeos en la cuenta, al igual que en la parábola, de lo bien que se está en la casa del Padre. Jesucristo, consciente de nuestra debilidad, nos ha dejado este gran misterio y, por mediación de la Iglesia, nos reconcilia con el Padre. Es Él, a través del sacerdote, quien perdona nuestro pecados. Por otra parte, decir los pecados tiene un efecto como de catarsis, de liberación. Ser perdonado es una hermosa experiencia, es sentir, como en la parábola, el abrazo del Padre que espera siempre nuestro regreso a Él.
Yo, como santa Teresa, te recomiendo que para confesarte busques un confersor que sea santo y sabio y, si no encuentras a nadie que reuna esas dos características, al menos, busca a uno que sea sabio.
En este enlace puedes profundizar más ello.
http://www.vatican.va/archive/compendium_ccc/documents/archive_2005_compendium-ccc_sp.html#LOS%20SACRAMENTOS%20DE%20CURACIÓN
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3 comentarios:
La iglesia, cuanto debe cambiar para volver al camino correcto.
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Amigo ignacio, es cierto lo que dices este Sacramento de Reconciliación nos hace limpiar todo lo malo que le hemos hecho a Dios, a nustro prójimo y a nosotros mismos.
Te cuento de forma particular, que después que me confienso siento como más cerca al Señor, y que estoy en paz con él.
Cuando siento que algo hice mal trato de confesarme, y si es cierto, trato de buscar un confesor sabio y santo.
Dios te cuide.
Sabemos que, la vida en Cristo, no está siempre coronado por el éxito; mas bien, el cristiano con frecuencia tiene la experiencia de la derrota y del pecado.
Pero es aquí cuando el Espíritu mueve desde adentro al hombre, no lo abandona, y lo llama al arrepentimiento, y es el hombre por su voluntad el que busca el arrepentimiento para re-encontrar el camino de vida en Cristo.
Esta virtud del arrepentimiento para alcanzar el perdón de los pecados cometidos después del bautismo es instituido por Jesucristo como sacramento del arrepentimiento, penitencia o reconciliación.
Podemos decir que es el sacramento por el que el sacerdote, como agente de Dios, perdona los pecados después del bautismo.
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