"(...) Según las enseñanzas evangélicas, no somos propietarios de los bienes que poseemos, sino administradores: por tanto, no debemos considerarlos una propiedad exclusiva, sino medios a través de los cuales el Señor nos llama, a cada uno de nosotros, a ser un instrumento de su providencia hacia el prójimo. Como recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, los bienes materiales tienen un valor social, según el principio de su destino universal (cf. nº 2404).
En el Evangelio es clara la amonestación de Jesús hacia los que poseen las riquezas terrenas y las utilizan solo para sí mismos. Frente a la muchedumbre que, carente de todo, sufre el hambre, adquieren el tono de un fuerte reproche las palabras de San Juan: “Si alguno que posee bienes del mundo, ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?” (1Jn 3,17). La llamada a compartir los bienes resuena con mayor elocuencia en los países en los que la mayoría de la población es cristiana, puesto que su responsabilidad frente a la multitud que sufre en la indigencia y en el abandono es aún más grave. Socorrer a los necesitados es un deber de justicia aun antes que un acto de caridad.
(...) La Escritura, al invitarnos a considerar la limosna con una mirada más profunda, que trascienda la dimensión puramente material, nos enseña que hay mayor felicidad en dar que en recibir (Hch 20,35). Cuando actuamos con amor expresamos la verdad de nuestro ser: en efecto, no hemos sido creados para nosotros mismos, sino para Dios y para los hermanos (cf. 2Cor 5,15). Cada vez que por amor de Dios compartimos nuestros bienes con el prójimo necesitado experimentamos que la plenitud de vida viene del amor y lo recuperamos todo como bendición en forma de paz, de satisfacción interior y de alegría. El Padre celestial recompensa nuestras limosnas con su alegría.
(...) Más aún: san Pedro cita entre los frutos espirituales de la limosna el perdón de los pecados. “La caridad –escribe– cubre multitud de pecados” (1P 4,8). Como repite a menudo la liturgia cuaresmal, Dios nos ofrece a los pecadores la posibilidad de ser perdonados.
(...) ¿Acaso no se resume todo el Evangelio en el único mandamiento de la caridad? Por tanto, la práctica cuaresmal de la limosna se convierte en un medio para profundizar nuestra vocación cristiana. El cristiano, cuando gratuitamente se ofrece a sí mismo, da testimonio de que no es la riqueza material la que dicta las leyes de la existencia, sino el amor. Por tanto, lo que da valor a la limosna es el amor, que inspira formas distintas de don, según las posibilidades y las condiciones de cada uno. (...)"
(Fragmentos extraídos del mensaje del Papa para la Cuaresma del 2008)
1 comentarios:
Hola Ignacio, me alegró ver lo que escribistes sobre La Cuaresma, especialemente las reflexiones del Santo Padre para este tiempo litúrgico, me hicistes recordar además que en cuaresma debemos realizar tres cosas fundamentales: el ayuno, (hace pocos días Benedicto XVI nos dijo que debemos guardar el ayuno de palabras e imágenes), absteniendónos de decir malas palabras, palabras huecas, ofensivas, igual que escucharlas; igualmente con las imágenes que vemos por los medios de comunicación que atenta contra la verdad del Reino de Dios y que van en contra de nuestros principios.
Las otros dos son la oración, momento para guardar silencio y reflexionar sobre nuestra actitud ante la vida y nuestro compromiso como dícipulos y misioneros de Cristo, y la última que es la que tomas en este post es la limosna, en la cual compartimos con lo más necesitados (los pobres) no sólo en lo material, sino también en la solidaridad, y en la evangelización.
Dios te cuide hermano.
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